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quinta-feira, 31 de julho de 2014

El cine

El Cine

Tenía unos diecisiete años más o menos, cuando una noche decidí ir solo al cine (tal y como hacía habitualmente) y para tal fin me puse un pantalón ajustadísimo, bien ceñido a la cintura y de una tela, si mal no recuerdo, de jeryey, streech o similar.. además, adrede, metí mi diminuto slip bien adentro de mi zanja, para que no quedase nada más entre el pantalón en cuestión y mis carnosos "..cachetes"...

Obviamente seguía teniendo el aval y visto bueno de mi propio entorno familiar para vestirme así.. más aún, creo que a ellos les gustaba casi tanto como yo andar mostrando mi hermosa, bien parada, levantada, apetitosa, provocativa y tentadora cola.
Tenía dos motivos para vestirme de esa manera, el primero y principal era lógicamente lo mucho que me gustaba verme y exhibirme con esa ropa y el otro era que, de esa manera, siempre estaba latente la posibilidad de ser "..apoyado".. por detrás, como efectivamente sucedió esa noche a la salida del cine.

Una vez arriba del colectivo, me ubiqué atrás, bien cerca de la puerta (aquí en Comodoro Rivadavia se desciente del ómnibus únicamente por la puerta trasera). El colectivo se llenó rápidamente de gente y yo aproveché aquel amontonamiento de personas para "..parar la cola".. cada vez que alguien pasaba por detrás de mí.

Mientras iba recibiendo unas hermosas apoyadas, sorprendí a un muchacho (tendría seguramente unos treinta y treinta y cinco años) que me estaba mirando y sobre todo que estaba observando mi actitud.. yo al verlo le hice un par de miraditas insinuantes, pero continué con lo mío hasta que de repente sentí una tremenda apoyada y al mirar de reojo hacia atrás comprobé, con mucho beneplácito, que quien estaba detrás de mí era aquel muchacho que había estado mirándome.

El hombre, se aferró con sus dos manos al "..pasamanos".., de manera tal que yo no podía moverme (tampoco lo iba a hacer obviamente).

A partir de esa situación, con el traqueteo del colectivo y a gran cantidad de gente que subía, bajaba y se apretujaba en el ómnibus, el muchacho comenzó a apoyarme cada vez más y mejor y yo entonces, empecé a acomodar bien mis "..cachetes".. para ubicarlos en medio de su bulto.
Ante cada embestida del muchacho yo respondía con un "..culazo".. hacia atrás y así entonces seguimos viaje ambos en aquel colectivo.

En un determinado momento sentí una mano urgando en mis nalgas y como la tela de mi pantalón era tan finita y mi calzonillo estaba bien adentro de mi zanja, era como si directamente me estuviera tocando el culo.
Por supuesto quien estaba muy chocho toqueteándome era el muchacho detrás de mí y como enseguida notó que yo, con mi silencio y quietud, asentía todo lo que él me hacía, comenzó directamente a cogerme arriba del colectivo.

Tal alevoso era aquello y tan absorto estaba yo con mi "..apoyador".. y "..manoseador".., que no me percaté que ya había gente observándonos, sonriendo socarronamente e inclusive "..cuchecheando".. entre ellos, seguramente diciendo cosas tales como "..Qué puto el pendejo".., pero yo, al no conocer a nadie, no le di ninguna importancia y seguí disfrutando del momento.

Obviamente no era la primera vez que me apoyaba en un colectivo, pero sí lo era de la manera en me estaban "..apoyando"...

Tanto el muchacho como yo nos calentamos, a tal punto que yo me bajé unas cuadras antes de llegar a mi casa, porque allí había una obra en construcción, en la que se podía entrar y además, por el horario, era bastante reservada y podría llegar a servir como "..cogedero"...

Una vez que descendí del colectivo, le hice una seña al muchacho para que me seguiera y a la cuadra siguiente, aquel se bajó y se vino raudamente hacia donde yo esperaba.
Ya dentro de la obra (en lo que vendía a ser unos de los dormitorios), el muchacho me habló (ya lo había hecho en el colectivo, diciéndome al oido lo linda de mi colita y preguntándome si aquello que él me hacía me gustaba) por primera vez en voz alta, y me dijo en tono imperativo:

"..Bajate el pantalón y mostrame esa cola que tenés"...

Yo accedí sin decir palabra alguna y le entregué mi hermosa cola.

Imagínense por un momento lo que sería para aquel muchacho, tener ante él una cola de un chico de diecisiete años, con una forma y tamaño casi femeninas, era toda una mantequita y así me lo hizo saber mientras me manoseaba, toqueteaba y franeleable todo mi traste, sin dejar un milímetro sin recorrer.

Después acercó se lengua y su boca y me lamió los chachetes, me los mordisqueó suavemente hasta que no dio más de calentura y excitación y me hizo unos "..chupones".., cuyas marcas tardaron varios días en irse de mi colita.

Cuando más o menos se dio por satisfecho, se desabrochó la bragueta y sacó una hermosa verga, bien peluda y unos redondos y ya hinchados huevos, los que rápidamente me los llevé a la boca.

Si bien no era la primera vez que me comía una pija ni mucho menos, no tenía mucha experiencia en hacer "..mamadas".. (como sí lo hago ahora por supuesto), pero me las arreglé para que el muchacho se deslechara en mi cara.

No había aún achicádosele la poronga al muchacho, cuando en forma intempestiva, me dio vuelta y me la apoyó en mi hermoso y jovencísimo culo.

Comenzó a apoyarme, a fregarme toda su entrepierna e inclusive a manosearme los "..cachetes".. hasta que, al cabo de unos segundos, otra vez se le puso "..al palo".. y entonces sí empezó el proceso de penetrarme, lentamente al principio, hasta que la tuve bien adentro y entonces sí, después de unos suavez "..bombeos".., comenzó a serrucharme con todo.

Yo sentía ese pedazo de carne caliente moviéndose dentro de mí y me encataba, me gustaba a rabiar, estaba total y completamente excitado.

A pesar de mi relativa corta edad ya gozaba cada vez más con ese tipo de culeadas, como la que me estaba dando aquel muchacho, hasta que en determinado momento y junto con un grito de alivio y placer, mi ocasional amante acabó dentro de mí (por aquel entonces no había problemas con el SIDA ni con ninguna de las demás pestes).

Ambos quedamos "..pegados".. durante un momento y después de acomodarnos nuestras ropas, cada uno tomó rumbos distintos.

Yo, regresé a casa y esa noche dormí tan placenteramente, me sentía tan bien y realizado por esa espectacular cogida que me dio aquel muchacho, que rápidamente me mentalicé para volver otra vez al cine la semana entrante.

Ah!, de la película que vi, no me acuerdo ni el título.

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